El complejo engranaje del Estado está sostenido por dos fuerzas complementarias, por un lado, los “procesos” que garantizan la operación, vale decir, el servicio permanente y rutinario que tienen que prestar las entidades públicas a los ciudadanos, en cumplimiento de su definición misional, mediante el diseño, desarrollo e implementación de políticas públicas, con un cubrimiento total de territorios y sectores. Los “programas y proyectos” utilizan recursos del presupuesto público que se orientan y controlan buscando resultados efectivos, que no son parte de su rutina diaria, pero constituyen el camino hacia el mejoramiento continuo, la innovación y la atención de emergencias. El ejercicio del poder y la intervención deliberada a través de planes, programas y proyectos, orientada por políticas y condicionada al presupuesto, tiene una lógica institucional que busca la mejor asignación de los escasos recursos disponibles para inversión, procurando aplicar criterios de equidad y eficiencia. A través de un proceso inteligente conocido como «gestión de proyectos» que está presente en todo su recorrido (preinversión, ejecución, operación y evaluación expost), que se enmarca en un concepto más amplio de «planeación», se aspira orientar la utilización adecuada de los escasos recursos buscando siempre objetivos de crecimiento económico, social y ambiental, esperados para el corto, mediano y largo plazo. El punto de partida y centro del desarrollo es la inversión pública.