PROYECTOS DE INVESTIGACIÓN, DESARROLLO TECNOLÓGICO E INNOVACIÓN

Juan José Miranda Miranda

Parte I: El gestor de proyectos

Abstrat: El “proyecto de investigación”, el “proyecto de desarrollo tecnológico” que están inmersos en un propósito de “innovación” es una variedad ciertamente importante que merece un tratamiento preferencial y diferencial. Si concebimos la preinversión como la síntesis de los estudios de diferente índole técnico, económico, financiero, legal, institucional, organizativo y ambiental, que facilitan y justifican la decisión nada fácil, de asignar recursos, habitualmente significativos, hacia un objetivo no siempre claramente determinado, que deriva en un riesgo significativo pues se trata de un ámbito desconocido y con información insuficiente, parcial e incompleta, entonces la metodología convencional cobra aún mayor relevancia, con serias restricciones, desde luego. La idea fundamental de estos artículos es ofrecer a los diletantes y expertos (estudiantes, profesores, consultores, empresarios, funcionarios, profesionales) que comienzan a recorrer el arduo camino de la investigación o el desarrollo tecnológico, unas pautas útiles para su labor a partir del concepto de “proyecto”. 

 

Es preciso diferenciar estos proyectos de los convencionales (con antecedentes conocidos) para los cuales se cuenta con tecnologías apropiadas, disponibles o utilizables. Los proyectos de investigación científica, de desarrollo tecnológico o innovación buscan precisamente originales formas de hacer las cosas, crear nuevo conocimiento o confirmar o controvertir los ya conocidos y aceptados.

     Los conocimientos científicos tienen valor en la medida en que se puedan aplicar en favor de la sociedad, pero este beneficio habitualmente está ligado al interés financiero que deriva de su comercialidad. Quien posee una patente, por ejemplo, la desarrolla y utiliza comercialmente para lucrarse, siempre que alguien descubra su utilidad y tenga la capacidad de pagar por su utilización. Otras motivaciones surgen de la búsqueda de mejorar el comportamiento en ciertos ámbitos o sectores (empleo, educación, salud, inversión, mercados externos, cambio monetario, inflación, etc.), que se dimensionan y valoran a través de la llamada investigación económica. En otros se busca mejorar la calidad de vida de las comunidades y se analizan en términos de los costos que se tienen que asumir y los beneficios que se disfrutarán. Otros más, con el mismo propósito, tratan de encontrar respuestas adecuadas para la conservación del medio ambiente (agua, paisaje, aire, naturaleza, biodiversidad, etc.) y garantizar una estancia sostenible en el planeta para las generaciones presentes y futuras.

El conocimiento científico en alguna forma es neutro (ni bueno ni malo, depende de su aplicación), sirve para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, pero también se aplica, desafortunadamente en forma intensiva, en contra de los intereses de la humanidad. La industria y el comercio de armas; el tráfico de estupefacientes; el terrorismo; los virus electrónicos; la guerra química y biológica; la pornografía en la Red; el acceso inmediato a gran cantidad de información a través de la Internet, pero al mismo tiempo y en caudal equivalente a la desinformación; la perturbación de la intimidad doméstica y profesional; el espionaje electrónico y el tráfico de información y la guerra sucia informática derivada de la aparición de hackers o piratas con sus perversas acciones; el mal uso de las redes sociales; son ejemplos contundentes de aplicaciones abusivas de la ciencia, que van respaldadas en la totalidad de los casos por fuertes inversiones que persiguen y consolidan pingues ganancias comerciales.

 

El concepto de gestión de proyecto y la metodología que lo respalda tiene un amplio espectro de aplicación en los diferentes sectores económicos y sociales, ya sea en la producción de bienes o en la prestación de servicios. Esta propuesta, aplicada con ciertas restricciones y aguda discrecionalidad, es idónea también para atender los llamados proyectos de investigación científica y los de desarrollo tecnológico. Sin embargo, es preciso ponderar y dimensionar con mayor rigor los riesgos y las oportunidades al canalizar recursos hacia esas aplicaciones.

 

Sin duda el origen de todos los artefactos que rodean nuestra cotidianidad, fueron en algún momento ideas y reflexiones que, gracias al talento, talante, ingenio, empuje, entusiasmo, constancia, perseverancia, tenacidad y terquedad de sus descubridores, encontraron inversionistas visionarios que percibieron tempranamente su utilidad comercial y financiaron su desarrollo. Tal como sucede en los llamados proyectos de inversión, los de carácter investigativo e innovadores tienen que demostrar su pertinencia, viabilidad y oportunidad, por esta razón se precisa que sean presentados por escrito y diseminados y difundidos en los nichos de interés a través de sus correspondientes “planes de negocios”. De lo anterior se  deriva la relevancia de un “gestor calificado”, no solamente con vocación científica, sino con convicción y enlaces adecuados y confiables que le permitan auscultar, cautivar y persuadir a potenciales inversionistas privados, a instituciones responsables del diseño y ejecución de políticas públicas de ciencia y tecnología, a las agencias nacionales e internacionales de desarrollo, crédito o cooperación interesadas en ciertos temas, para buscar y consolidar las alianzas necesarias que garanticen coordinación con entidades académicas o empresas y agencias de desarrollo que ejerzan liderazgo en el tema. Las comunidades científicas suelen ser el camino más apropiado para transitar con seguridad en el camino de la innovación, en el sentido de no repetir lo que otros en diversas latitudes han logrado y percibir con claridad el estado del arte en determinado ámbito del conocimiento.

 

Le invitamos a revisar la Parte II, la próxima semana