
Conferencista: Juan José Miranda M
El término genérico de “proyecto” encierra una serie de etapas que con propiedad se ha denominado ciclo, y que corresponde a un sistema que cubre desde la concepción de ideas productivas, innovadoras y sugestivas hasta la operación sostenible de empresas u organizaciones, orientadas a la solución de problemas o al aprovechamiento de oportunidades mediante la producción de bienes o la prestación de servicios. De ahí surge el rótulo “gestión de proyectos” que comprende diferentes etapas: preinversión, ejecución, operación y evaluación expost, que cierra el ciclo y garantiza la retroalimentación y, por lo tanto, la aplicación de las mejores prácticas en futuros emprendimientos, originados en lecciones aprendidas. El profesional o la organización que ejerce la labor de “gestor de proyectos”, al concebir o conocer una idea, la elabora, la dimensiona, la formula (preinversión), busca patrocinadores o inversionistas para realizarla (negociación), concierta la estructuración técnica, financiera, jurídica y ambiental, asume un papel importante en la contratación y vigilancia de su ejecución, recibe la obra o el trabajo convenido y, orienta y organiza la operación. Es el agente de interés y enlace que está involucrado en todas y cada una de las fases del ciclo.
De ahí, la necesidad de la formación de «gestores de proyectos» y emprendedores de empresas de América Latina y del Caribe, con sensibilidad local y visión global, que movilicen recursos y voluntades, que a manera de modernos alquimistas puedan convertir los sueños y las ideas productivas en realidades contundentes al servicio de nuestras comunidades.
La ejecución del proyecto que corresponde a la entrega de una nueva capacidad instalada lista para la operación y que supone las mayores erogaciones en la vida del proyecto, representa, cuando se hace en las mejores condiciones de alcance, oportunidad, calidad y costo, una de las garantías de eficiencia, que avala la competitividad en la etapa siguiente de operación. Por la magnitud de las inversiones, por los múltiples y diversos intereses que se mueven, por la variedad de contratistas y subcontratistas que en ella participan, que determinan frecuentes y confusos conflictos, por las expectativas creadas en los potenciales usuarios o consumidores y por la necesidad de dejar satisfechos a propietarios e inversionistas, a la etapa de ejecución es preciso diseñarle y acoplarle un modelo organizativo y ejecutivo de especial relevancia que se suele denominar Gerencia de Proyectos o Administración de Proyectos o Dirección de Proyectos.
En efecto, la gerencia de proyectos supone la aplicación de simples, aunque no siempre obvias reglas de sentido común a situaciones no usuales y complejas, con fechas acordadas, presupuestos limitados y calidad exigida. Una de las virtudes que debe exhibir un equipo de gerencia de proyectos exitoso es sin duda la creatividad, que es claramente compatible con el rigor propio de la dirección. Dado que la creatividad es un proceso no lineal y divergente (libre, indisciplinado, rebelde, disruptivo, anárquico en ocasiones), debe estar acompañado de elementos contrarios, puesto que, un talante
demasiado divergente asume riesgos innecesarios y una postura en extremo convergente no tolera la innovación. Es el equilibrio siempre buscado entre la ciencia y el arte, y la gerencia de proyectos es una mezcla de ambos.
No cabe la menor duda que la competitividad de los sectores productivos, la eficiencia en los servicios gubernamentales mediante funcionarios capacitados, con el acompañamiento de una academia reflexiva, tolerante a las diferentes vertientes del conocimiento y productora y reproductora de ideas innovadoras y prometedoras, y aún disruptivas, son la clave para alcanzar tasas de crecimiento económico adecuadas y la mejor opción para mejorar las condiciones de vida de la población. Es preciso entonces, que los analistas y dirigentes, mediante una mirada transversal, concilien las medidas de política económica con la situación social de las comunidades, que se deben convertir en propósito de interés y relevancia en las decisiones de asignar recursos por parte de los gobiernos. En coherencia con lo anterior, la inversión en educación de calidad, en atención y cubrimiento en salud, en infraestructura vial y social, además del impulso a la investigación básica y aplicada, se constituyen entonces en las más importantes y quizás las únicas herramientas estratégicas para mejorar la distribución de la riqueza y las oportunidades, que permita disminuir las tensiones y los conflictos entre las clases sociales, proscribiendo la exclusión e impulsando la competitividad.
Por todo lo anterior, insistimos, ahora se busca un nuevo perfil profesional, del que se impone entre otras habilidades: mente abierta o disruptiva; con inclinación creativa e innovadora; competente tecnológicamente; proclive a los desafíos del futuro y socialmente comprometido, en resumen, profesionales más permeables, con flexibilidad y sorpresa, con facultad de aprender, olvidar, reaprender y sorprender; con madurez y resiliencia ante el fracaso y capacidad de recuperación, esto es, gestores y promotores de cambio. Sin duda, las demandas que se están manifestando, seguramente requerirán de profesionales especializados de formación, vocación y convicción, con herramientas y conceptos adaptables, a las exigencias del momento.
Desde luego que el PMI en sus diferentes capítulos y fiel a su misión, sigue ofreciendo oportunidades de formación a los nuevos “gerentes de proyectos”, que garanticen éxito en los proyectos necesarios para apuntalar el desarrollo de nuestras empresas, localidades, regiones y países de América Latina.