El “medio ambiente” es el recipiente de donde se extraen los recursos y también el recipiente donde se ubican los desechos.

 

Juan José Miranda Miranda

juanjosemiranda.com

 

Abstract: Todo proceso de desarrollo lleva implícita la movilización de recursos hacia la producción de bienes o la prestación de servicios, para atender necesidades o aprovechar oportunidades buscando el bienestar de la población y obviamente la remuneración de los esfuerzos de los propietarios. Los recursos utilizados son de variado origen: humano, animal, vegetal, mineral, tecnológico, logístico, administrativo, financiero, informático, institucional, energético, etc.; estos insumos en todo caso son bienes económicos (se compran y venden) y se establecen en el entorno que rodea la actividad humana.  Es claro que el “medio ambiente” es el recipiente de donde se extraen los recursos y también el recipiente donde se ubican los desechos.

 

Visión global

En consecuencia, el “medio ambiente” corresponde, por un lado, a la fuente de donde extraemos los recursos para atender la supervivencia de las comunidades, y por otro, lo usamos como recipiente para la ubicación de los desechos resultado de los procesos de consumo industrial, comercial, institucional y doméstico. Por esta razón somos los responsables de su mantenimiento y manejo equilibrado; de esto es preciso hacer conciencia pues se trata de preparar y preservar el escenario donde si nosotros lo queremos ahora, podrán disfrutar las generaciones futuras.

Teniendo en cuenta la óptica económica (racionalidad en la utilización de los recursos escasos), procedemos a analizar el problema desde dos ámbitos diferentes:

  • Lo que tiene que ver con los recursos ya anotados (animales, vegetales, minerales, aire, agua, paisaje, etc.) y su adecuada utilización.
  • La disposición final de los desechos propios del proceso insumo, producto, consumo.

La moderna gestión de proyectos parte de la tesis que el sistema económico no es cerrado y tampoco autosostenido, pues existe una continua influencia recíproca entre el proceso económico y el medio ambiente. En efecto, la naturaleza desempeña un papel significativo en el proceso económico y desde luego en la formación del valor. Los recursos se toman del “medio ambiente” para ser transformados  y utilizados, y los desechos generados en el proceso de consumo vuelven al “medio ambiente”; entonces cualquier planteamiento económico moderno no debe desconocer el hecho de que los recursos se pueden agotar como consecuencia de su uso excesivo o irracional; y también que el medio ambiente se puede contaminar y saturar por carencia de medios adecuados para la eliminación de desechos (sólidos, líquidos, gaseosos, químicos, hospitalarios, bacteriológicos, radioactivos, etc.)  Queda claro que el “medio ambiente” es el recipiente de donde se extraen los recursos y también el recipiente donde se ubican los desechos.

De ahí que cualquier estudio serio encaminado a determinar la conveniencia o no de movilizar recursos hacia objetivos determinados, no debe descuidar los efectos que puede tener dicha decisión sobre las condiciones ambientales de su entorno. No es en forma alguna sensato suponer la existencia ilimitada de recursos naturales, por un lado, ni tampoco pensar en una capacidad desmedida de absorción de desechos por otro, pues cualquier proceso de transformación de insumos genera en forma positiva o negativa cambios en el medio ambiente, que es preciso prever, registrar, ponderar y controlar al formular y analizar los proyectos.  Algunos de los planteamientos clásicos de la teoría económica, respetados aún hoy en día, se basan en la causalidad funcional entre unas variables, en tanto que otros aspectos más difíciles de estudiar y analizar se afirmaba, “permanecen constantes”, en el llamado y tan socorrido “estado de la naturaleza”; sin embargo, también lo ha confirmado la ciencia y con notable preocupación, que el “medio ambiente” no es una constante como se enseñaba en otras épocas, sino que es una variable cuyo dinamismo depende en gran parte de la actividad humana, y que su relación es inversa, esto significa, que a mayor actividad humana menos disponibilidad de recursos, y además una relación directa con respecto a los desperdicios: más actividad se manifiesta en más desechos; lo cual conduce inexorablemente a concluir que si no se racionaliza el uso del recurso económico llamado “medio ambiente” y no se establecen pautas adecuadas e implacables para la disposición final de desechos, el futuro de la humanidad y de los seres vivos estará seriamente comprometido.

Cabe anotar las alertas dadas por entidades de reconocida prestancia científica que han desarrollado modelos y acuñado términos que como el de “huella ecológica”, advierten y explican las consecuencias del abuso sobre los bienes ambientales disponibles. No se trata de una alarma de ecologistas extremos o fundamentalistas, son planteamientos que invitan al cambio de costumbres y la asunción de actitudes precautelativas de los ciudadanos y de los dirigentes, pero especialmente de la necesidad de diseño y aplicación disciplinada de políticas públicas convergentes al tema del medio ambiente, y a la investigación, desarrollo, aplicación  tecnológica y comercial de formas alternas de energía limpia, tales como eólica, eléctrica, solar, nuclear  o biomasa  para que se conviertan en sustitutos idóneos de los combustibles fósiles (carbón, gas, petróleo) responsable de buena parte de la contaminación en el mundo.

En el pasado, en un escenario amplio frente a una limitada población y una tecnología incipiente no se reveló la necesidad de una recomendación profunda y ponderada en torno al “medio ambiente”. Sin embargo, más adelante y a propósito de la revolución industrial del siglo XVIII se comenzaron a vislumbrar cambios significativos que en alguna forma advertían la incursión de notables desarrollos previstos para los siglos siguientes: incremento espectacular en la población del mundo; nuevos avances tecnológicos con el consiguiente incremento de producción de bienes y servicios; el proceso acelerado de urbanización de las ciudades; los logros de la medicina que amplían la esperanza de vida de la población; las nuevas formas de energía que mejoran la eficiencia y la capacidad de producción; las políticas de generación de empleo que incrementan el consumo; el desarrollo de las comunicaciones, el transporte y la logística al derribar múltiples barreras entre las sociedades al impulsar y acelerar el consumo masivo de bienes y servicios (globalización), y otras expresiones o manifestaciones propias de ésta época que seguramente se extenderán en el futuro, y que conspiran en alguna forma contra la estabilidad de los sistemas ecológicos.

 

Invitamos a conocer la Parte III

Juan José Miranda Miranda

Octubre de 2017

juanjosemiranda.com