LA ECONOMÍA NARANJA (Parte II) El gestor cultural

Abstract: El ámbito cultural, lo mismo que la salud, la educación, la economía, las comunicaciones, la infraestructura, la justicia, la seguridad, la industria, el comercio, etc., utiliza alguna forma para desarrollar sus actividades siguiendo los parámetros y pautas de la gestión de proyectos, que hace referencia a una serie de rigores metodológicos y sistemáticos encaminados a alcanzar un objetivo deseable.
Las funciones básicas de planificación (que determina el mejor curso a seguir); de organización (define los procedimientos y la estructura); de dirección (establece y jerarquiza los ámbitos de toma de decisiones) y el control (verifica que la acción se realice según lo planeado y la medición del rendimiento en relación a las metas fijadas), que posibilitan el éxito de la gestión de los proyectos, orientados por una visión estratégica. En nuestro complejo entorno empresarial e institucional moderno se precisa, más que organizar, aprender a gestionar. Es entonces indispensable aumentar y ensanchar en la sociedad, el acceso a la cultura tanto en la creación como en su disfrute, y convertirla en un vehículo eficaz de integración e inclusión social a través de la gestión de proyectos.

Toda actividad que se surte en el seno de la sociedad requiere de profesionales idóneos que garanticen resultados. Desde la planificación, la ejecución, montaje y puesta en marcha hasta la evaluación expost, se necesitan gestores de proyectos (estructuradores, impulsores o promotores) capacitados que apliquen las mejores prácticas para cumplir con los objetivos propuestos.

En el caso de la promoción y difusión de la cultura y las artes, se identifica a los “gestores de proyectos culturales”, mujeres y hombres, que deben reunir un acervo de conocimientos en términos políticos, estéticos, sociales, económicos, técnicos y administrativos respecto de los diversos ámbitos de la cultura y las artes. Asimismo, debe desplegar una serie de habilidades personales y sociales como la creatividad, el liderazgo, la capacidad de convocatoria y negociación, la actitud proactiva y talante proclive al trabajo en equipo, que inciden inequívocamente en los logros por alcanzar.

Cada fase del ciclo del proyecto requiere de conocimientos e información actualizada, originados en diferentes disciplinas y ámbitos de acción, tales como políticas culturales; legislación (en particular del régimen de derechos de autor y lo relacionado con el patrimonio artístico y arqueológico, centros de depósito cultural como museos, archivos y bibliotecas, y el régimen de actividades cinematográficas y audiovisuales); fuentes de financiación nacionales e internacionales; instituciones líderes y promotoras; y obviamente, la dinámica que encierra la organización, producción, difusión y ejecución de eventos culturales.

Se trata finalmente de profesionales (gestores de proyectos culturales) que observen en las diversas actividades creativas oportunidades de negocio, que faciliten el encuentro entre los que poseen el talento y la vocación y aquellos que tienen recursos, capacidades y olfato, además de sensibilidad para convertir los productos culturales en bienes económicos.

Las lecciones aprendidas y las mejores prácticas derivadas de la evaluación expost, corresponden también a un valor agregado que la sociedad recibirá a través de proyectos futuros. Como podemos observar en las diferentes etapas del ciclo del proyecto (preinversión, ejecución, operación y evaluación expost) se genera y asegura valor en forma permanente. Por eso afirmamos que el proyecto es el mecanismo más idóneo de generación y aseguramiento de valor, y el gestor de proyectos culturales el profesional que aprovecha las expresiones creativas como medio de hacer negocios rentables para la sociedad.

Dada la amplia y muy diversa gama de proyectos que caben en la concepción aceptada de cultura y “economía naranja”, desde la construcción y dotación de museos, bibliotecas y otros escenarios, hasta la organización de conciertos populares, pasando por los rigores que supone la organización de una obra de teatro y su puesta en escena, hasta el despliegue costoso y apremiante que supone el rodaje de una película y los pasos subsiguientes de promoción y presentación al usuario final. Desde la organización de una brigada técnico científico para auscultar los valores ancestrales del descubrimiento de unas ruinas, hasta la conformación de una orquesta juvenil, como estrategia para proscribir la tentación del delito, surgen toda suerte de proyectos que es preciso gestionar, para darles vida y garantizar su penetración en la sociedad, como un valor de insospechable efecto sobre el bienestar de las comunidades.

Por eso la sociedad y las comunidades reclaman de las agencias, gremios y organizaciones especializadas en gestión de proyectos, poner todo su amplio elenco de herramientas, experiencias y procedimientos al servicio de los valores culturales, puesto que Hispanoamérica tiene la oportunidad de hacer de la creatividad un motor importante para su desarrollo.

Juan José Miranda Miranda

Octubre de 2017

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